Bruxomanía: sepa de qué se trata
Publicado de María Virginia Coseglia en Qué es eso · 2 Agosto 2010
Por tratarse de un hábito inconciente, la mayoría de las personas que lo padecen lo ignora. Sin embargo, suelen acudir a la consulta odontológica o médica refiriendo dolores musculares o de cabeza, ruidos articulares y/o daños dentarios. Otras veces, es el profesional quien evidencia sus manifestaciones sin que el paciente haya podido notar por sí solo ninguna alteración.
Ahora bien, no todas las personas que sufren estrés padecen este problema. Para que la bruxomanía tenga lugar es necesario que el sistema nervioso no haya “elegido” a otro órgano como blanco de descarga para el estrés y, además, es imprescindible la existencia de maloclusión. Se denomina de este modo a la ausencia de algunas piezas dentarias y/o al posicionamiento incorrecto de éstas dentro de las arcadas. Si bien la mayoría de las personas poseen maloclusión, la misma no necesariamente impide llevar a cabo la función masticatoria en forma eficaz, ni provoca, en muchos casos, por sí sola, daños estructurales en el sistema. Esta situación cambia al hacerse presente la bruxomanía. El rechinar y apretar los dientes, intensifica y prolonga -en comparación con circunstancias normales- las fuerzas de palanca y de fricción que se ejercen sobre las estructuras del sistema, las cuales comienzan a dañarse como consecuencia de la carga desmedida a la que se ven sometidas.
La odontología no puede actuar sobre el origen emocional de la enfermedad por no estar preparada para ello, pero sí interviene de modo tal de evitar las consecuencias indeseables del trastorno.
Dentro de los procedimientos odontológicos utilizados se encuentran: la ortodoncia, la cual corrige las malas posiciones dentarias; el desgaste selectivo, que corrige la forma de las piezas que participan de la maloclusión; los implantes y restauraciones, que reemplazan piezas ausentes; y las placas miorrelajantes o de bruxismo.
Estas últimas son dispositivos similares a un mordillo, confeccionados a la medida de cada paciente, que son utilizados durante las horas de sueño y en aquellas circunstancias que determinan en el paciente la aparición del bruxismo (Ej.: al conducir). Las mismas, enmascaran la malocusión (cambian su apariencia por la de una oclusión correcta), logrando “engañar” al sistema nervioso central, quien no puede advertirla.
Todos los tratamientos citados buscan proteger al sistema estomatognático de las consecuencias desfavorables del bruxismo. Algunas veces, las técnicas se utilizan en combinación y, otras, el empleo de sólo una de ellas alcanza para interrumpir el avance de los daños generados. Como siempre, la elección terapéutica dependerá del criterio profesional asociado a las circunstancias particulares de cada paciente.